miércoles, 11 de diciembre de 2013

Historias para reflexionar




La línea vital de una niña

Alida Knobloch, de tres años, y Gibbs, su perro de 27 kilos, son prácticamente inseparables. Están unidos por un lazo especial de amor y, debido a la rara enfermedad pulmonar que padece ella, también están unidos con un tubo de 60 centímetros de largo que suministra oxígeno hasta la nariz de Alida, desde un tanque atado al lomo de su mascota. La niña vive en Loganville, Georgia, y se le diagnosticó hiperplasia celular neuroendocrina a los ocho meses de nacida. No puede respirar normalmente sin ayuda por más de 45 minutos. Por eso Gibbs la acompaña casi a todos lados, llevando en un chaleco cuatro kilos y medio de equipo, que incluye el tanque de oxígeno.

La mayoría de los niños pequeños no tienen la capacidad de controlar a un perro de servicio, pero Gibbs y Alida, así como los padres de la niña, Aaron y Debbie Knobloch, han colaborado estrechamente con la entrenadora del perro, Ashleigh Kinsleigh, para forjar esa relación especial entre la niña y su mascota. “El trabajo de Gibbs es hacer todo lo que ella haga”, dice Ashleigh. Hasta la fecha, el perro ha aprendido a trotar junto a la bicicleta de Alida, se- guirla por la casa cuando juega y tirarse al pie de su silla alta mientras come. “Esperamos que cuando Alida empiece a ir al jardín de infantes, Gibbs pueda ir con ella”, comenta Aaron.

Los pediatras les han dicho a los Knobloch que los niños como su hija pueden crecer sin requerir oxígeno complementario, pero que Alida tal vez necesitará algún suministro de oxígeno de por vida. Ahora, Aaron y Debbie no pueden imaginar separados a los dos amiguitos. Al parecer, Gibbs necesita a Alida tanto como ella lo necesita a él. “El perro se pone extremadamente inquieto si la nena y él no están cerca aunque sea por un momento”, dice el padre.


El caballo que guía a su ama


Renata Di Pietro estaba estudiando para ser cantante de ópera, pero en 1976, a sus 23 años, mientras tomaba clases de música en la Universidad de Iowa gracias a una beca, empezó a fallarle la vista. Pronto, se le fue dificultando cada vez más leer las partituras y ver las señas que los automovilistas le hacían con las manos, así que esta talentosa soprano tuvo que abandonar la escuela.

Después de mudarse al poblado de Cleveland, Georgia, en 2005, Renata empezó a depender de perros guía para poder salir a la calle. A lo largo de los años tuvo a varios a su servicio, y cada vez que uno de ellos moría por enfermedad o por vejez, se entristecía mucho porque para entonces ya eran grandes amigos. “Resulta muy doloroso porque te encariñas con cada uno de ellos”, afirma.

En 2009, Renata se sintió intrigada por la información que un amigo le dio acerca de los caballos miniatura, que comúnmente viven por lo menos 30 años y pueden ser guías apacibles y fuertes. Ella decidió empezar con un garañón, pero era muy difícil controlarlo. Luego se hizo de los servicios de Angel, una potranca de pelaje blanco. La adiestró básicamente sin ayuda. “Por instinto, los caballos esquivan los obstáculos”, dice Renata. “Si estoy a punto de tropezarme con algo, Angel se coloca de inmediato frente a mí para impedirlo”.

Renata, hoy de 60 años, le enseñó a Angel a golpetear con el casco cuando ella se acerca a escaleras y aceras, y también a obedecer órdenes directas. “Angel puede buscar una silla para mí y localizar la puerta más cercana”, dice. Ahora la está adiestrando para que tire de su silla de ruedas y para que lleve cosas. A pesar de su discapacidad, Renata todavía canta; interpreta duetos en eventos especiales con su esposo, el músico Carl Hummer. Angel siempre está a su lado. “Cada día lucho por reunir la fuerza de voluntad para enfrentarme al mundo”, dice. “Angel es mi caballo de batalla. Afrontamos esta contienda juntos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario